La trampa de la permisividad (I)
La trampa de la permisividad nos lleva a admitir como válidos comportamientos que odiamos o que, sencillamente, se encuentran confrontados con cualquier situación que la lógica pudiera considerar como sociales o respetuosos. La tortura nocturna de unos fines de semana que no tienen fin que sufren consentidoras muchas personas, puede ser una de las muestras más palpables de dicha situación. La calle es libertad, amigos, cerveza, el mundo por arreglar recostados en cualquier portal, el amor a punto de estallar, pero es también letrina comunal, discoteca ambulante y certamen de gritos arropados por el silencio. Uno, cuando piensa y, sobre todo, cuando ve materializado dicho pensamiento en la pantalla, no puede evitar volver a pensar que los demás piensen que es un avejentado o un carca, y precisamente ahí se encuentra el truco, el triunfo de la trampa, nos arrolla por igual los impulsos de querer o intentar, o al menos pensar que es algo modificable, nos tiene cogido por lo más íntimo, como las hipotecas y, lo peor de todo es que no nos deja dormir. Esto no lo puedo decir públicamente porque me mirarían como si estuviera loco, al menos delante de la gente que conozco, debería cambiar de gente que conozco.
¿Hasta cuando llegará la inercia pendular de la dictadura y desaparecerán nuestros complejos libertarios no ácratas?
2 comentarios
Piedra -
joselu -